Importante para una valoración final es
relacionar los collares representados en varias esculturas, especialmente
exvotos, con la producción de objetos en oro y plata contemporánea, cuyos
modelos serían los copiados por los escultores y broncistas. Los registros
arqueológicos evidencian que la sociedad oretana desde finales del siglo VII
a.C. hasta época romana desarrolló una producción de orfebrería (oro v plata)
paralela a la del bronce, potenciada por los recursos mineros de la región;
prueba de ello son algunos adornos de oro del período orientalizante y los
numerosos tesoros de plata ocultados en el último período Ibérico.
Una muestra de esa orfebrería son dos
colgantes en forma de "U", uno procedente del Collado de los Jardines
(Santa Elena, Jaén) en el Museo de Linares (Blanco, 1960), y otro de Tugia,
(Toya, Jaén); y una tercera pieza, colgante en forma de bellota, una ofrenda del
santuario de Castellar.
Estos colgantes en "U", al que
habría que añadir otro conservado en el M. Instituto Valencia de Don Juan, son
una creación ibérica de talleres locales evolucionados a partir de los estuches
amuletos de tradición oriental como los de Aliseda. Su elaboración y diseño
muestran las características heredadas de la orfebrería orientalizante ibérica
del siglo VI a.C. como son las técnicas
de granulado y filigrana, mientras que en la temática se mezclan esquemas
orientales y griegos, pero todo ello con un fuerte estilo griego, reflejo de la
corriente helenística introducida por los cambios de los mercados comerciales y
que marcará los estilos artísticos de Levante y Sureste desde el siglo VI a.C.
El arraigo de este tipo de colgante entre
la población ibérica del sureste se manifiesta en la iconografía y orfebrería;
y una prueba de su originalidad local pueden ser los bronces de la colección
Candela; dos matrices procedentes de Moixent (Valencia) que además nos informan
de la existencia de talleres y artesanos especializados.
En cuanto a los colgantes en forma
alargada, o de bellota, responden a la misma tradición oriental y son
frecuentes en ajuares funerarios de las necrópolis fenicias de Cartago, Utica o
Trayamar (Quillard, 1979, p. 392) y también en ajuares funerarios de La Joya
(Huelva) y Carmona (Sevilla); pero con diferencias de perfil, dimensiones y
decoración (Nicolini, 1990, láms. 119, 130). El marco cronológico de su
desarrollo es de fines del siglo VII y VI a.C.
En
cuanto, a los torques ibéricos de plata, su número conocido es numeroso y se
concentran en la región del Alto Guadalquivir donde es posible que se origine
su forma más característica. Casi todos ellos proceden de depósitos
tesaurizados, algunos junto con monedas, en zonas próximas a los centros de
explotaciones mineras. "Tomando como dato la ocultación y el estado de
amortización, se puede proponer que son adornos de uso en la sociedad ibérica
del período ibérico pleno, con una cronología de uso del siglo IV al II a.C.
Toda esta producción de orfebrería no
puede explicarse de forma aislada ni desde la descripción, sino que debe ser
entendida dentro del desarrollo de la metalurgia en un marco espacio-temporal
de mitad del siglo VI a.C. v en la región oretana, cuando las estructuras
sociales del período orientalizante se han desestabilizado y los grupos
sociales evolucionan hacia una estructura estatal; momento en el que las clases
dirigentes necesitan mostrar su rango. Según algunas interpretaciones no se
puede decir que existiera una monarquía, sino una aristocracia tribal que regía
las ciudades v controlaba la extracción v comercialización del metal,
quizás canalizada desde la ciudad de Cástulo, el más importante nudo comarcal
desde el siglo VII a.C.
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