sábado, 18 de marzo de 2017

EL PROCESO DE IBERIZACION


        A principios del I milenio a.C., se produce sobre el sustrato indígena, heredero del Bronce Manchego, la interacción de diversas tradiciones culturales que llegan a esta zona, tamizadas y reinterpretadas tras su paso por áreas limítrofes como la Meseta Norte, el Suroeste, el Sudeste y la Alta Andalucía. Como consecuencia de ello se inicia un proceso que acabará cristalizando en la iberización de las poblaciones aquí asentadas. 
      A partir del 750-725 a. C. se sitúa el comienzo de la Edad del Hierro en la Europa templada con la incorporación del nuevo metal. Al principio, éste nuevo metal será limitado a muy pocos objetos y es considerado como materia exótica y de prestigio, pronto se empezarán a fabricar con este metal armas, y se producirá su verdadera generalización a mediados del I milenio a. C.
    Su introducción en la Península se vincula al comercio fenicio, frente a la teoría tradicional que lo ponía en relación con corrientes traspirenáicas.
    El rasgo cultural que caracterizará a la Edad del Hierro será la incineración, que ya había hecho su aparición en el Bronce Final, aunque su auténtica generalización se producirá en esta época, en la Península Ibérica este ritual fue adoptado por todos los grupos hasta bien entrada la romanización.
      Con la llegada de estos nuevos pueblos del Mediterraneo a la Península se produce la iberización.
       Los establecimientos ibéricos se sitúan habitualmente en lugares próximos a curso fluviales, como es el caso del cerro de Oreto, La Motilla de la Isla de Cañas y el cerro de Las Cabezas, estos ríos además de constituir importantes vías naturales de comunicación posibilitan la existencia de suelos aluviales muy fértiles.
    La localización en lugares altos de parte de los yacimientos ibéricos conocidos debe responder a un planteamiento defensivo y de control del territorio, aunque existian poblados en llanura, en zonas de vegas, que podrían ser el soporte ganadero y agrícola de los grandes establecimientos en altura, como parece ser el caso del yacimiento Casa de Rana.
    Las dimensiones varían desde asentamientos de gran tamaño como es el caso de Alarcos, Oreto o el cerro de Las Cabezas que llega a alcanzar las 14 has. hasta los 1.800 m2 del cerro de Las Nieves de Pedro Muñoz.
     Será en la  IIª Edad del Hierro, cuando se produce la iberización de la zona primero y la entrada en el registro histórico con la posterior romanización.
    Es costumbre situar cronológicamente el comienzo de la II Edad del Hierro en el momento en que se produce la "iberización", el cual a su vez se define por la aparición de las cerámicas a torno pintadas, con origen en el Sudeste peninsular y Andalucía.
    Este fenómeno no fue sincrónico en toda la meseta, sino que comenzó primero en Albacete y sur de Ciudad Real y se difundió luego hasta las zonas más septentrionales a lo largo del siglo V a.C
   Empiezan A constituirse los grandes poblados que asumirán un especial protagonismo en el control y organización del territorio a partir de época prerromana.
   Se van estructurando las principales vías de comunicación que permitirán conectar esta área del interior peninsular con los focos más dinámicos del litoral facilitando los intercambios comerciales y culturales, rutas que en gran medida tendrán continuidad posteriormente en época romana e incluso durante la Edad Media.
    –Se inicia un proceso de intensificación económica basado en la explotación agraria y minera, encaminado a dar respuesta a la creciente demanda exterior con el fin de obtener elementos de prestigio de origen colonial.
    –Se empiezan a asumir una serie de novedades tecnológicas y culturales como el torno alfarero, la metalurgia del hierro o el ritual de la incineración de los difuntos.
      El doblamiento ibérico en el Alto Guadiana debió de desempeñar un papel importante el desarrollo experimentado por el flujo comercial a través de las rutas de esta zona sobre todo en su parte más meridional.
    El colapso económico que padece el área del Sudoeste de la Península y la fundación de Emporion van a favorecer el reajuste de las rutas comerciales por el interior de la Península en función de los intereses griegos que pretenden beneficiarse de la riqueza minera de Sierra Morena y Extremadura.
   Para ello se utilizaría la ruta que une Levante con Extremadura a través de Albacete y Ciudad Real con una desviación hacia Cástulo.
    A partir de finales del siglo VI a.C. asistimos a la progresiva consolidación de la cultura ibérica en este territorio de la Meseta Meridional respecta a la cultura material la denominada cerámica ibérica comienza a adquirir un creciente protagonismo, pero, de forma paralela, se aprecian otros cambios como la mayor complejidad que adoptan las estructuras urbanas, el desarrollo de una diversificada organización económica o la Incorporación de la escultura en el ámbito funerario.
    En este territorio meseteño es prácticamente total a mediados del siglo V a.C., momento en el se sitúa el inicio del Ibérico Pleno cuando los influjos externos, básicamente mediterráneos, han consolidado un proceso de aculturación interactivo, en el que las gentes aquí asentadas no se limitan a ser meros espectadores sino que irán adaptando su forma de vida, especialmente su organización económica, ante las nuevas exigencias derivadas de una intensificación comercial y cultural con otros ámbitos peninsulares en los que los interlocutores serán bien otros pueblos iberos o bien mercaderes mediterráneos.
    La profundización en los intercambios, tanto mercantiles como culturales, se manifiesta en el notable incremento que se percibe en la llegada de productos foráneos.
     En este sentido resulta especialmente significativa la presencia de materiales cerámicos griegos, que, si bien ya estaban presentes en la fase anterior, será a partir del ibérico pleno cuando experimenten un notable aumento, tanto en el volumen de restos recuperados como en la variedad de tipos y el número de yacimientos en los que se han podido documentar hasta la fecha.
    La llegada de este tipo de producciones cuya plasmación arqueológica son los restos cerámicos, pero que evidentemente remiten a una mayor variedad de productos como aceite, vino, perfumes, etc., de los cuales tan sólo nos queda su continente, se producirá como resultado de un intercambio comercial en el que los metales, dentro del contingente de productos exportados, asumirán un especial protagonismo.
   La riqueza minera de la región oretana fue destacada por autores grecolatinos como Plinio, Polibio, Posidonio o Livio, quienes realizaron inequívocas descripciones en torno a la abundancia de determinados minerales, sobre todo plata, plomo y mercurio, noticias que han sido confirmadas tanto a través de estudios mineralógicos como de excavaciones arqueológicas, que han permitido demostrar el aprovechamiento desde época antigua de zonas mineras de la provincia de Ciudad Real, especialmente en el área de Sierra Morena y el Valle de Alcudia.
   Las modificaciones afectaron sobre todo a la estructura socioeconómica y tuvieron como objetivo fundamental lograr una intensificación en la producción con el fin de adaptarse a las exigencias de un sistema de comercio típicamente colonial o asimétrico para poder asegurar la suficiente producción de metales, productos agrarios, sal esparto, pieles, etc. y de este modo satisfacer la demanda de los mercaderes mediterráneos que a cambio aportarán objetos de lujo muy apreciados por las jefaturas indígenas, cuyo control les permitirá consolidar su privilegiada posición.
    Entre mediados del siglo V y mediados del III a.C. se observa un gran desarrollo de la cultura ibérica en el ámbito del alto Guadiana con un número de asentamientos muy superior al período anterior.
    Algunos de los poblados más importantes de las fases anteriores continúan su desarrollo y alcanzan en este momento su mayor esplendor 
    El número de asentamientos considerados “genéricamente” como ibéricos y localizados hasta hoy se eleva a unos doscientos, pero al conocerse la mayoría por prospecciones resulta muy difícil establecer el período exacto de desarrollo, si bien el hallazgo de cerámicas griegas en superficie en algunos de ellos  permite situarlos en esta fase cultural.
    La preocupación por la defensa queda reflejada en la existencia de obras artificiales de fortificación, como ocurre en el Cerro de Las Cabezas que será amurallado a pesar de su gran diámetro, y que sufrirá a lo largo del desarrollo del poblado continuas reconstrucciones.
     La técnica de construcción de esta muralla consiste en el levantamiento de dos muros de escaso grosor, fabricados con piedras de mediano tamaño, que eran unidos entre sí por muros paralelos de menores dimensiones, el hueco que queda entre estos se rellenaba con piedras irregulares y tierra.
   Las ciudades de mayores dimensiones, se encuentran predominantemente en el Sur de la Península Ibérica, en un área que coincide con la antigua Turdetania y que incluye una gran parte de la Oretania y Bastetania.
   Según un intento de M.Almagro, de sistematizar la extensión de las ciudades y de los poblados ibéricos; concluye con que todas las ciudades ibéricas de más de 20 hectáreas, se encuentran en el Sur de la Península. Con las excepciones de Edeta (Liria), con 10-15 hectáreas, seguida de Ilici con 10 hectáreas, siendo todos los demás casos de ciudades, de menos dimensiones.
   El final de estos establecimientos no es sincrónico, varios continuarán siendo habitados hasta la época medieval, como es el caso de Alarcos, Oreto, entre otros, mientras que otros no llegarán a ser romanizados como ocurre en el Cerro de Las Cabezas.
    Para el comercio entre los propios ibéricos, y el comercio con el interior peninsular, no se posee demasiada información. No como el caso de los intercambios con el exterior: cerámica, del textil fenicio no hay ningún dato relevante.
     Los metales peninsulares sirvieron como fuerte atracción, desde mucho antes de la época ibérica, para los diferentes pueblos de Oriente. Confluyendo el comercio del metal en dos ámbitos: el metal de uso diario, y el metal suntuoso.
     Es decir el cobre y el estaño (para el uso cotidiano), y para los objetos suntuarios, estaban la plata y el oro. Los lugares de intercambio y comercio eran las ciudades de los fenicios (Gadir, Malaka, Sexi...), y el área griega de los alrededores de Cataluña.
     El interés principal del mundo oretano se centra en su papel intermediario en los procesos de transculturación ocurridos en estas tierras por la transmisión de elementos culturales y étnicos entre turdetanos, bastetanos, constestanos, carpetanos, vetones, lusitanos y celtas.
    Si por una parte explican su temprana y profunda iberización, por otra se celtizaron intensamente.
    Así se explica que la ciudad de nombre céltico Miróbriga (cerca de Capilla, Badajoz) sea considerada por Plinio como túrdula y por Ptolomeo en una ocasión turdetana y en otra oretana, lo que da idea del complejo mosaico étnico de estas zonas.
    Lo mismo se deduce de la referencia de Plinio de que los celtas de la Beturia, que corresponde a las mismas tierras, procedían de celtíberos de Lusitania.
    Por último, Plinio denomina a la ciudad epónima como Oretum Germanorum, lo que parece confirmar la presencia de elementos célticos inflitrados por estas zonas en épocas diversas pero probablemente tardías, como pastores, mineros, mercenarios y, finalmente, como clase dominante.
  La iberización se produciría a partir del siglo V a.C. avanzando desde la Oretania y la Contestania, evidenciada por la penetración del torno y de raras importaciones de cerámicas áticas como objetos de lujo.
    A partir del siglo IV a.C. parece existir una tendencia a establecer poblados fortificados, tendiendo a predominar los situados sobre lugares estratégicos que controlan amplios territorios y ejes de comunicación esenciales, lo que denota una jerarquización del territorio más tardía pero semejante a la de la Oretania, aunque no se tiene información sobre su urbanismo.    
    Hacia los siglos III-II a.C. pueden alcanzar gran tamaño, probablemente más de 10 ha., como Consabura (Consuegra), Toletum (Toledo), Complutum (Alcalá de Henares) o Villas Viejas, Contrebia Cárbica (Cuenca).
    De esta zona resultan peculiares ciertas cerámicas pintadas a cepillo, pero aún más la ausencia de armas, tan características de las necrópolis celtibéricas, lo que puede indicar tradiciones agrarias menos jerarquizadas y guerreras, aunque existen noticias de fuertes enfrentamientos de carpetanos frente a púnicos y romanos en el último cuarto de siglo III e inicios del II a.C.
    La formación de la Cultura Ibérica está ya lograda desde el siglo VI a. de. C. 
    Los influjos de los pueblos colonizadores fenicios, y en estas regiones, también griegos, son evidentes. 
     La importancia del comercio del metal en esta zona es básica para entender el proceso de jerarquización social y las transformaciones que permitirán crear unas condiciones cada vez más propicias para la transformación de las viejas comunidades del bronce final en la etnia oretana.

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